Una tarde, ya muy cansadxs, con el cuerpo a punto de colapsar y una perrita como compañera de aventura nos fuimos en búsqueda de la bandera del barrio (una de nuestras últimas actividades antes de la exposición), entramos a la casa comunal; en medio de un escritorio empolvado y abarrotado de cosas encontramos docenas de carpetas y cientos de documentos históricos que nos contaban a detalle todo lo que lxs habitantes de la convención nos habían dicho, no quisimos irnos apesar del cansancio, teníamos que ojear todo lo que se pudiera, oficios, facturas, mapas del barrio dibujados a mano, documentos aprobados para la pavimentación de la calle Luis Pauta, el orden del día de eventos de los 90`s, poemas a las reinitas de la convención, denuncias públicas ante la corrupción política de aquellos años, cuadernos que registraban cada reunión de las directivas, millones de anotaciones diminutas con estrechas letras cursiva. Nos miramos sin articular palabra, lloramos un poco, fue encontrar sentido en las historias que nos iban contando varios habitantes , cada papel, cada afiche, cada factura, cada foto, la voz de lxs que no conocimos. Se nos hizo muy tarde, tomamos un par de carpetas y una televisión pequeñita, salimos riendo como quién encuentra un secreto enterrado por milenios, nos dolía la cabeza por haber respirado todo ese polvo, la perrita estaba harta, caminamos por el tramo mirando un cielo que pintaba rojo y violeta, estábamos agotadas y felices. Jamás encontramos la bandera.
“teníamos que ojear todo lo que se pudiera, oficios, facturas, mapas del barrio dibujados a mano, documentos aprobados para la pavimentación de la calle Luis Pauta, el orden del día de eventos de los 90`s, poemas a las reinitas de la convención, denuncias públicas ante la corrupción política de aquellos años, cuadernos que registraban cada reunión de las directivas, millones de anotaciones...''
— equipo editorial mb